En el prólogo de Arte y creatividad en Reggio Emilia, Alfredo Hoyuelos explica cuáles serían las características de una escuela amable, aquí recogemos algunas de las principales:
“Creo que hoy, más que nunca, es una idea rescatable que puede ser reflexionada y actuada en educación. Vea, a lo largo de su narración, nos da suficientes pistas de cómo pensar y construirla.
Una escuela amable es una arquitectura en la que las paredes (la llamada primera piel) hablan —a través de la documentación estética (la segunda piel)— de la cultura de las personas que la habitan. Hablan sin imágenes estereotipadas y sí a través de fotografías significantes y textos seleccio nados, que narran las competencias impensadas de los seres humanos desde el nacimiento.
Una escuela amable es un territorio donde los matices de los paisajes luminosos, cromáticos, sonoros, polisensoriales y táctiles conforman y componen el aire de una escuela que respira armonía, tranquilidad, serenidad, agradabilidad y mundos imaginarios que unen lo real con lo posible.
Una escuela amable es un ámbito de materiales no solo comerciales, de objetos no estructurados, de evocaciones de ready-mades dadaístas, que los niños y niñas disponen en combinaciones complejas.
Una escuela amable es curiosa, viva, que quiere aprender sin tedio, que huye de esa “muerte del alma” de la que habla Charles BAUDELAIRE en Las flores del mal cuando relata poéticamente la tragedia de la falta de curiosidad. Hugo ASSMAN (2004) profundiza sobre la curiosidad que proviene de nuestra animalidad neoténica, como seres biológicamente disponibles a explorar, conocer, buscar sentido y la calidad de los significados a través de la ludicidad humana, del proceso creativo y proyectual del juego.
Una escuela amable es un escenario en el que los y las profesionales observan, investigan, toman notas, documentan, reflexionan, interpretan intersubjetivamente y construyen biografías narrativas cruzadas de los procesos del vivir y conocer que acontecen, recorren y circulan en la respiración de la escuela.
Una escuela amable es una atalaya desde donde se aman, como dice RILKE en Cartas a un joven poeta, las preguntas mismas, prolongando la escucha, lentificando las soluciones, rumiando una y otra vez las virtudes de las dudas y curiosidades, cuestiones no banales que dan legitimidad a nuestra mirada multiinterpretativa.
Una escuela amable es un contexto en el que las maestras no gritan y acompañan con su mirada testimonial, silencios elocuentes y retos contingentes los procesos rigurosos y serios de aprendizaje de los niños y niñas: desde una cercanía distante.
Una escuela amable es una red de tiempos donde cada momento —sin jerarquías— es un instante educativo único: la entrada, el baño, la comida, la siesta, las propuestas…
Es un escenario en el que no hay movimientos en filas controladas ni donde tampoco la escuela se transforma en una sucursal de Renfe.
Una escuela amable es un recinto pequeño, acogedor, que abraza —en la cotidianidad— la bella circulación de las familias dentro de la escuela, que la sienten, así, como propia. Padres, madres, abuelos y abuelas que entran en las aulas, ven, visualizan, dialogan, permanecen, se van y vienen según sus ritmos y particulares kairos.
Una escuela amable es un terreno del placer estético, un lugar en el que, como decía FREUD, el placer de pensar es como un orgasmo. El placer de pensar y sentir juntos.
Una escuela amable es la que encuentra, en este placer, la vitalidad y sentido del esfuerzo por aprender de los mares de incertidumbre y de los archipiélagos de certezas. Certezas, como dice el Premio Nobel Ilya PRIGONINE en El fin de las certezas, que no pueden ser concluyentes para mantener encendida la llama de la curiosidad.
Una escuela amable es un abrazo donde los errores y las equivocaciones se viven en la legitimidad amorosa del reconocimiento de las diferencias del Otro.
Una escuela amable es aquella que acoge, como dice Luce IRIGARAY (2009), la subjetividad del Otro para que su presencia acontezca. El Otro que modifica nuestro poder ser.
Una escuela amable es un espacio de optimismo que practica la máxima de Hanna ARENDT: El hecho de que el hombre sea capaz de acción significa que cabe esperarse de él lo inesperado, que es capaz de realizar lo que es infinitamente improbable.
Una escuela amable es la que entiende la profesión como misterio, pasión y aventura imprevisible, como suspenso de la sabiduría, como el asombro de lo insólito.
Una escuela amable es una atmósfera pensada y agradable para los niños y niñas, las familias y las trabajadoras. Un lugar al que volver cada día con placer, en el que la identidad de los derechos de cada persona puede encontrar acogida, intercambio y enriquecimiento mutuo.
Una escuela amable es una fiesta especial donde reír, donde divertirse y poder transgredir lo rutinario, lo ya sabido, y la fuerza aplastante de la tradición repetitiva sin sentido.
Ésta es la escuela, que no parece una escuela, que recuerdo y revivo cada vez que visito Reggio Emilia.
Aflredo Hoyuelos
Extraído del prólogo de Arte y Creatividad en Reggio Emilia de Vea Vecchi.
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